La esperanza no es una estrategia



Los mensajes presidenciales durante el primer mes de las restricciones de movilización parecían ser protectores y alentadores en momentos. Ante la incertidumbre e incredulidad de muchos sobre si la pandemia del COVID-19 existía o solo se trataba de una artimaña para controlar nuestra vida y espacios ante un cambio económico de dependencia o de solo prácticas para quién sabe qué fines.
Mientras pasaban los días y los reajustes de movilización y demás, se incrementaban y cambiaban según los resultados de las pruebas médicas que se hacían, a la par con los infectados en etapas de hospitalización y otros factores. 
Día con día esperábamos escuchar iniciativas de futuras acciones a tomar para ir encaminados a una nueva normalidad, pero nunca ocurrió. Solo los reportes de algunas compras de equipo médico que se harían, de conversaciones con especialistas y políticos que no se compartía en propuestas tangibles; así como de cifras confusas, para muchos, sobre apoyo a empresas con un programa llamado Reactiva Perú, que favoreció mucho a pocas y estas lo convirtieron en suspensión perfecta de labores, traducida en despidos masivos como siguiente paso.
Otros que siguen esperando son los estudiantes de los sectores más deprimidos y alejados de las zonas urbanas, que sin electricidad en muchos casos, ni equipo mínimo que se conecte con la internet siguen viviendo en la más compleja orfandad de información. 
La reapertura de sectores laborales no parecían estar en las agendas de los ministerios ya que no se manifestaban los planes a corto, ni mediano plazo; ni mucho menos los protocolos sanitarios a seguir. 
Es decir, todo estaba detenido para el Gobierno y no parecían tener o intención de crear opciones para generar otro camino que no sea el de esperar. 
En algún mensaje se hizo referencia a cuando se descubra la vacuna cambiaremos algunos hábitos o regresaremos a la nueva normalidad, pero ¿No es el Estado quien debe proponer esas nuevas realidades? ¿Es posible que el mirar a otros países no haya servido de mucho? Sí, nuestras realidades son diferentes inclusive dentro del territorio.
La calle le gana a las normas, le gana a la nueva normalidad, le gana al bono que no alcanzó, le gana a Produce, le gana a las importaciones, le gana al MIDIS; pero todo ello no vale: porque pierde contra el COVID-19. Y pierde porque no está encaminada y no puede esperar más. La calle toma la iniciativa menos acertada, pero llevada por obligación, ya que el esperar no le resulta.
La esperanza no es una estrategia, y si la esperanza no la conduce y la genera el Gobierno: no existe, solo existe el tomar acción.





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