Y las mascarillas son otro tema





De las veces que salía a comprar, sobre todo al principio de la inmovilización, no todos usábamos mascarilla; así que veía a las personas comiendo o bebiendo con la mascarilla en el mentón, bajo los maxilares, tapando su garganta, colgando de una oreja o del dedo meñique mientras comían papitas y dulces. También eran usadas como pulseras y aprisionadas junto al monedero. Los hombres más seguros las guardaban en el bolsillo de atrás con la billetera o en un bollito dentro del bolsillo delantero con las llaves.
Era un espectáculo delirante, que lindaba con lo preocupante y lo aterrador, pero no por ello menos jocoso también. Por lo menos para mí.
Al llegar al mercado me encontraba con un festival de máscaras y antifaces. De no creer en otros tiempos, ni en este. De pronto, parece que la preocupación en la premura de la compra, en estos espacios se amilana un poco.



El tratar de alejarse de algunos y el de no hacerlo otros, me hace prestar más atención en el camino de laberintos conocidos del lugar. Y en ese caminar con el cosquilleo en la nariz y la sombra de la gorra ubico una variedad de ojos, que de no existir solo serían caretas de un carnaval que concursan casualmente, pero con motivación sobre qué mascarilla es más original.

La protección que en las primeras semanas no se veía tan notoria y menos obligatoria, dio pase con las siguientes semanas a agenciarse de mil y un adminículo que evitara un descuido, aparentemente, en la protección al contagio del COVID-19.
Entonces, todo aquello que pueda usarse como tapa bocas es empleado en los colores, diseños, tamaños y texturas inimaginadas.


Me he cruzado con cubre bocas muy originales y bizarras: hechas en tela en fondo blanco y estrellitas negras; en nilón estampado en flores; de plástico para pintar casas; con respiradores a los lados; de enfermero en todos los colores; para soldadura, de algodón prensado; del de tres pliegues; con sonrisas y lenguas; con estampe de dientes a lo Venom; como pañoletas iraníes y con la bandera de EE.UU.; a cuadros y mariposas; con protector como médico forense hasta el cuello y lentes transparentes.En fin, diseños curiosos que hacen sobrellevar esta etapa extraña y delicada.

La máscara antigás fue lo que me llevó a pensar lo extremos que podemos ser o apocalípticamente perversos de desear una situación más complicada de la que ya tenemos. Situación que esperamos termine para sanarnos entre todos; así como nos acompañamos en cuidarnos usando estas mascarillas y alejándonos un poco uno del otro, como la marea, para regresar con fuerza a abrazarnos nuevamente.





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