Karp vs. Otárola
Eliane Karp, ex
primera dama de la nación, esposa de Alejandro Toledo y una de las
personas involucradas en la investigación por presunto lavado de
activos en la compra de bienes y creación de empresas ofshore: caso
Ecoteva. La aludida es citada al Congreso para hacer sus descargos y
responder como lo hiciera su esposo, el ex presidente de la
República, hace unas semanas.
En esta
presentación pudimos observar que la
Comisión de Fiscalización del Parlamento no
tiene, o por lo menos lo supieron evitar muy bien, un orden en
cuanto a los turnos de preguntas. Produciéndose una retahíla de
cuestionamientos y ruido que llevaron a la señora a evadir tales
requerimientos y anteponer respuestas aprendidas e insinuar en
repetidas ocasiones el desconocimiento que tenían de su caso.
Situaciones similares se han presentado anteriormente con otras
investigaciones, desafortunadamente.
El solo tener a
más de 15 personas -congresistas- tratando de hacer preguntas ya es
imposible; ahora, interrogar a Karp con intervenciones flojas sin
tener un sentido de lógica o concadenación de hechos ni mucho menos
valerse de un cuadernillo, más sí de un conjunto de papeles que
fotografían bien siempre, pero de los cuales no salía una pregunta
buena: hace pensar o especular que no se encontraban preparados para
este fin.
Los congregados
se preocuparon en no perder la oportunidad de participar con
intervenciones repetitivas, febles, que la señora Karp pudo sortear
aprovechando la ignorancia de los interrogadores sobre las respuestas
a estas, que ya constaban en declaraciones anteriores realizadas a la
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Provincial
Penal de Lima. Permitiendo,
obviamente, que Karp hiciera lo que tenía planeado y circunscrito al
guión que llevó e indicó que contenía su declaración y del cual
no se alejó.
Con
faltas de respeto
de ambas partes desde el momento en que la citada ofreció rosas al
presidente del grupo de trabajo, Vicente
Zeballos,
y
luego la solapada fanfarria de silbidos que se desató en cuanto Karp
se retiró el saco; acto que si bien podría haber sido adrede no
tenía por qué permitirse en la sala. La obligación del presidente
del Congreso, Fredy Otárola, era de mantener un orden desde el
inicio, si su intención era de obtener información.
Dos faltas graves
se produjeron y Otárola debió detener la sesión e invocar al orden
y la seriedad que el caso ameritaba: no hizo nada. Agraviaron a la
citada y se perturbó el interrogatorio, mas no se suspendió.
Contrario a esto las puyas continuaron tocando los egos masculinos,
llegando el contrapunto con Mulder, que no perdió oportunidad de
figurar como sus homólogos.
Apelando
al sarcasmo
punzante, tonto para la cámara, mas romo de contenido. Los
Congresistas, cada uno con distintas necesidades por obtener los 30
preciados segundos que toman los noticieros, hicieron su mejor
esfuerzo para ser recordados; como una estrella fugaz, sin resonancia
ni estela de argumentos como resultado final.
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