Conga Va, pero ¡a dónde!
(Minería vs. minería II)
Después de ver este último fin de semana las imágenes de las lagunas que serían afectadas o utilizadas en el desarrollo del proyecto Conga, por un momento me sentí atrapada en esa decisión de opinar contra este; pero luego de evaluar las grandes posibilidades de desarrollo que podría proporcionar, no solo a ese sector, sino al país por la continuidad de otros proyectos similares, concluí que es una decisión con consecuencias no necesariamente favorables ni para pocos ni para siempre.
Se sabe que la oposición viene de varios sectores y por distintos motivos: políticos, económicos, sociales, ecológicos, emocionales, etc. La poca y desvirtuada información que llegó a los cajamarquinos hicieron recordar aquella larga y terrible historia que arrastra aún la minería en nuestro país y ha apoyado a que la negativa de la población sobre este proyecto se solidifique en protestas, paros y marchas; así como la escasa presencia de colaboradores del gobierno que trabajen con la población para hacer menos torpe este proceso, a pesar de que este proyecto tiene varios años de planteado y de estudio.
Para los pobladores, uno de los puntos en los que se basa su negativa -por lo menos la que nos han hecho saber a través de cuanto micrófono han tenido al frente- es al temor de quedarse sin agua, y por ende la eliminación de la flora y la fauna que vive alrededor de las lagunas, sumado a esto la agricultura y ganadería que se afectarían también. El proyecto planea el transvase de las lagunas Mala, Chica, Azul y Perol a grandes reservorios para abastecer de agua a los habitantes en un futuro nada deseado por ellos y punto álgido de su protesta.
Es cierto, que si se plantea de esta manera, pocos estarían de acuerdo, pero entre todos los factores externos que están presentes quisiera pensar en uno en especial que creo que algunos guardan: y es el miedo; el miedo al cambio, cambio que empezaría con este nuevo proyecto y que no terminaría en los 19 años de concesión, sino que transformaría la vida de todos ellos.
Pero estos cambios son inevitables e irreparables en algunos casos cuando interferimos en el desarrollo de la naturaleza. Es un sacrificio que debemos hacer todos, sino cómo crecen las ciudades, cómo llevarlas a la modernidad sino se da algo a cambio.
¿Cómo conseguir la inclusión social que tanto quieren? Se realiza con dinero y el proyecto Conga representa una de las inversiones mineras más grandes en la historia del Perú, con cuatro mil 800 millones de dólares.
Parece ser que cuando algo es bueno para todos, no debe funcionar y se oponen precisamente por esa razón. Grupos tendenciosos, rémoras, parasitarios de la miseria y de la ignorancia generan las divisiones en la población y perturban el avance para continuar con situaciones que aseguren su bienestar: sumiéndola en la pobreza y perjudicando a toda la región que es poseedora -por habitar allí- de una gran riqueza mineral.
Lo peligroso de decisiones como esta es que se cierran puertas para el progreso y se abren las demás para el subdesarrollo, narcotráfico, delincuencia, pobreza extrema y finalmente el abandono.
Dispararse a los pies y luego quejarse de dolor es la vía de la tozudez y del conformismo por no arriesgar y confiar: dar algo a cambio de algo, cuando esto es beneficioso para todos.
Se sabe que la oposición viene de varios sectores y por distintos motivos: políticos, económicos, sociales, ecológicos, emocionales, etc. La poca y desvirtuada información que llegó a los cajamarquinos hicieron recordar aquella larga y terrible historia que arrastra aún la minería en nuestro país y ha apoyado a que la negativa de la población sobre este proyecto se solidifique en protestas, paros y marchas; así como la escasa presencia de colaboradores del gobierno que trabajen con la población para hacer menos torpe este proceso, a pesar de que este proyecto tiene varios años de planteado y de estudio.
Para los pobladores, uno de los puntos en los que se basa su negativa -por lo menos la que nos han hecho saber a través de cuanto micrófono han tenido al frente- es al temor de quedarse sin agua, y por ende la eliminación de la flora y la fauna que vive alrededor de las lagunas, sumado a esto la agricultura y ganadería que se afectarían también. El proyecto planea el transvase de las lagunas Mala, Chica, Azul y Perol a grandes reservorios para abastecer de agua a los habitantes en un futuro nada deseado por ellos y punto álgido de su protesta.
Es cierto, que si se plantea de esta manera, pocos estarían de acuerdo, pero entre todos los factores externos que están presentes quisiera pensar en uno en especial que creo que algunos guardan: y es el miedo; el miedo al cambio, cambio que empezaría con este nuevo proyecto y que no terminaría en los 19 años de concesión, sino que transformaría la vida de todos ellos.
Pero estos cambios son inevitables e irreparables en algunos casos cuando interferimos en el desarrollo de la naturaleza. Es un sacrificio que debemos hacer todos, sino cómo crecen las ciudades, cómo llevarlas a la modernidad sino se da algo a cambio.
¿Cómo conseguir la inclusión social que tanto quieren? Se realiza con dinero y el proyecto Conga representa una de las inversiones mineras más grandes en la historia del Perú, con cuatro mil 800 millones de dólares.
Parece ser que cuando algo es bueno para todos, no debe funcionar y se oponen precisamente por esa razón. Grupos tendenciosos, rémoras, parasitarios de la miseria y de la ignorancia generan las divisiones en la población y perturban el avance para continuar con situaciones que aseguren su bienestar: sumiéndola en la pobreza y perjudicando a toda la región que es poseedora -por habitar allí- de una gran riqueza mineral.
Lo peligroso de decisiones como esta es que se cierran puertas para el progreso y se abren las demás para el subdesarrollo, narcotráfico, delincuencia, pobreza extrema y finalmente el abandono.
Dispararse a los pies y luego quejarse de dolor es la vía de la tozudez y del conformismo por no arriesgar y confiar: dar algo a cambio de algo, cuando esto es beneficioso para todos.
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