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¡Alerta, nos miran!

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Hace unos meses en un noticiero matutino se anunciaba una microondas desde el Centro de Lima, para ser exactos desde la plaza San Martín. Se trataba de la instalación de cámaras de vigilancia en las calles que rodean la plaza. Eran cerca de las 7.30 de la mañana, quizá un poco más, y la reportera nos mostraba todo el panorama que se podía cubrir mirando por los monitores. Luego, para evidenciar la efectividad con que   la Policía podía detectar un delito vimos cómo intentaban asaltar un local, con todos los detalles que la Policía llenaba hablando de todos los beneficios que traería consigo la implementación de estas cámaras en todo el distrito o en lugares estratégicos como este. Lo que me llamó mucho la atención es que pude ver lo bien que enfocan las cámaras, pero nunca vi la intervención de la Policía o los serenos para evitar el asalto, o la persecución o detención de los delincuentes. Llamémosle circunstancia casual, esporádica -a esa hora e la mañana-, pero no extraño en ese

¿FONAVI vs. IGV? Lo justo y lo real

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El próximo 3 de octubre no solo elegiremos al los alcaldes distritales y regionales, también votaremos por la realización del referéndum relacionado a los fonavistas, y que queramos o no, nos afectará. El Fondo Nacional de Vivienda fue creado en la última etapa de la dictadura militar de los años 70 para supuestamente financiar préstamos para la construcción o adquisición de viviendas a través de una retención del sueldo de los trabajadores en planilla; es decir, como con las AFP para las pensiones. Probablemente, para quienes han escuchado hablar a sus padres y abuelos sobre el Fonavi, manifiesten que este referéndum debe de aprobarse, ya que si éste se cerró en el año 1998 y dejó a los aportantes sin ninguna explicación, lo justo es que se les devuelvan sus aportes o equivalentes. Pero aquí lo justo no supera a lo real, ni mucho menos lo esclarece. De ser aprobado el referéndum, todos los peruanos les devolveríamos a los fonavistas, que llegaron a inscribirse hasta el 2007, sus apor

Yeso: el arte de la cotidianeidad

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Caminando  por el Parque de la Reserva un tumulto de gente interrumpió mi tránsito apurado; me detuve al no escuchar la promoción de brebajes ni pomadas mágicas, es más, creo que también lo hice por curiosidad insana, al creer que alguien se había desmayado o accidentado, o sufrido algún percance parecido, ya que el grupo estaba cerca de esa enorme fuente que embellece el parque. Me llamó la atención el no ver al vendedor, así que hice lo que el círculo de espectadores hacía: bajar la cabeza –no sin antes mirar con el rabillo del ojo a ambos lados-,  entre murmullos. Estaba allí, un joven abstraído en el yeso de colores, genuflexo debelando un rostro en el piso. Ni Beever ni Rafart i Roldán , un muchacho menudo, pero que como ellos nació con el arte bajo el brazo. Podía ver los huesos de sus codos al frotar con pareja energía el cemento, como cuando se encera para obtener del aludido el brillo añorado, la perfección del color amalgamado en un homogéneo matiz. Nunca había visto algo as